Literatura Ecuatoriana

Cómo reinventar a los adorados muertos y no muertos

Una reseña de Dämmerung o cómo reinventar a los ídolos, de Juan Romero Vinueza

Reseña de literatura ecuatoriana
por Neal Moriarty
Dämmerung o cómo reinventar a los ídolos, 2019.

Al leer la palabra «Dämmerung», acompañada de «o cómo reinventar a los ídolos» lo primero que se me vino a la mente fue el libro Götzen-Dämmerung oder: Wie man mit dem Hammer philosophiert, de Friedrich Nietzsche; aquel en el que el filósofo alemán continúa con su tarea de transmutar valores y de criticar a los «ídolos» del pensamiento occidental para poder superar la noche, el amanecer y entrar en el mediodía o madurez del pensamiento zaraustriano. También recordé un poema de Revólver Escorpión, del mismo Juan Romero Vinueza, en el que hay versos como: «yo no mato / solo colecciono los restos de los / que no pudieron sobrevivirse más // sí / de los que sabían sufrir / de los que escribían / poesía» (‘Mis adorados muertos’). Entonces, me surgieron algunas interrogantes antes de empezar a leer el poemario al que rinde homenaje, a su vez, este escrito: ¿Vinueza también critica o solo reinventa a los ídolos?, ¿son sus ídolos, sus adorados muertos?, ¿el mejor homenaje a un ídolo es matarlo? En estas líneas espero responder tales interrogantes. Para hacerlo he analizado algunos poemas como ejemplos.

El poemario empieza con unos «Saludos cordiales», a manera de advertencia literaria, o proemio indispensable. En esos versos iniciales se nos aclara que la intención del libro es la de romper un «canon literario», con lo que se responde a la pregunta de si habrá o no crítica en los pomas de Vinueza; también se señala que el autor, cual demiurgo, nos presentará su visión de un grupo de autores, lo que lo acerca más a un Borges de Historia universal de la infamia y a un Vila-Matas, que a un Marcel Schwob; es decir, imprimirá una mayor cuota de ficción que de biografía, pero una ficción tan real que supere a la vida misma.

En el poema ‘Bushido Mishima o capítulo invierno #2’, en el que el muerto a «homenajear» es el escritor japonés Yukio Mishima, destaco cómo, a propósito de una clara referencia a la novela del nipón El marino que perdió la gracia del mar, se entremezclan elementos telúricos con los simbolismos que suscita el mar. Tanto Japón como Ecuador, al ser territorios pequeños, ofrecen a sus ciudadanos la cercanía, tanto del trauma del mar como el de las montañas. Adicional, destaco la intertextualidad de «Kito, pero con k» que recuerda a los escritores Peky Andino y Huilo Ruales; sobre todo al primero.

En ‘Un prozac Sartre o la elección del fracaso’ se puede leer la más auténtica confesión existencialista de un Yo lírico que acepta los riesgos inherentes al quehacer poético o patético.

En ‘Un sujeto parecido a M. Houellebecq o el mundo contemporáneo’, a propósito de una mención a aquel pintoresco autor francés que ha llenado su obra mayoritariamente de sexo, crítica al islam, al judaísmo, a las religiones, a la hipocresía europea, hay una visión particular de Vinueza de la contemporaneidad eurocentrista, y sin puntuación para que la crítica pueda ser leída en un solo sentón y de corrido. Crítica a esa Europa consumida por el capitalismo avanzado y por la inmediatez, que ignora los abusos sexuales, la migración, que prefiere la artificialidad del hampartista postmodernismo. Por lo menos en lugares como Ecuador, en los que el subdesarrollo nos ha permitido seguir en una primera infancia: «hay poesía Los países perfectos no tienen de qué sufrir Ellos completan el ciclo vital porque nosotros estamos jodidos».

En ‘Vergüenzas Bolaño o la necesidad de decirle gracias a un adiós silencioso’ se recuerda a ese animal en estado puro llamado Roberto Bolaño; el que se creía más poeta que narrador, pero que el mundo de la literatura lo reconoce más por lo uno que por lo otro. El poeta nómada apátrida bien descrito por Vinueza. Aquel que fue de todo, y antes de volverse un anacronismo, un saurio expuesto al examen y a la ironía de los «poetitas de mierda de 20 años», tan vilipendiados por el poeta Raúl Arias, que luego también será mencionado por Vinueza, hizo bien en morirse.

‘Despedidas Onetti o la mentira es una tumba sin nombre’ evoca dos temas inherentes al humado: adioses y mentiras. Habiendo sido Onetti un experto en inventar ciudades imaginarias y despedidas. Curioso, siendo Vinueza un legítimo hijo de un país imaginario: Ecuador. Es válido mentirse y mentir, porque a la final todo es ficción; y es válido despedirse de todo pues uno nunca termina por estar: «La mentira es la mitad de la vida».

‘El señor Kafka o querido diario: el miedo & la indiferencia del señor K2’: El Yo poético encarnando al pobre Franz Kafka, atormentado por la vida, por la burocracia, otro apátrida como Bolaño, enfermizo, acosado por una figura paterna, un artista del hambre, el que es uno y ninguno y muchos K., un angustiado. Y aquí Vinueza responde en parte a una de las preguntas que formulamos al inicio: ¿son sus ídolos, sus adorados muertos? «¿odio? ¿qué odio? al mundo a la ley al padre al jefe al hombre a mí a mis ídolos a todos».

‘Cámara fotográfica Müller o crecer es una trampa’ vendría a ser el testimonio perfecto de una infancia inmersa en una dictadura, de una vida trazada por la violencia; tal y como lo hubiera querido la mismísima Herta Müller, pero en clave no-ficción.

Sobre ‘Una de las anticlaudicaciones de Don Nica o hierba mala nunca muere’ se vuelve a repetir el tema de lo nómada, lo paria, lo apátrida y de los territorios imaginarios. Vinueza ve a Nicanor Parra como ese padre poético que conjuga muy bien ironía y crudeza poética; quizás siendo la mejor actitud ante la vida: «burlarte de todo porque cuando mueras ya no vas a reír». Definitivamente hay mucho de Parra en Vinueza, o quizás nada.    

Sobre ‘Un recuerdo de los restos de Don Valle-Inclán o el retrato de lo esperpéntico’ se evoca a Don Valle-Inclán, el mayor exponente del género ‘esperpento’, o presentar una realidad deformada y grotesca, con un lenguaje coloquial y desgarrado. En este caso, y en este poema, Vinueza expone acerca del tiempo, los espejos, y la inevitable y ficticia decadencia.

Sobre ‘Un sujeto ridículo apodado Kennedy Toole o la mitomanía de un niño genio’, a propósito del autor de La conjura de los necios, se habla con ironía de ironía, se habla de las edípicas y conflictivas relaciones con la madre, y de la crueldad de ser un dios creado por un dios y arrojado al mundo.

Sobre ‘Nueva religión irreal de Unamuno o por qué mi dios es mejor que tu dios’, Vinueza nos presenta una teología poética que expone varias de las trampas de la fe. Un eterno conflicto entre poseedores de una verdad y el escritor como pequeño dios o demiurgo; todo bajo una buena cuota de ironía.

En ‘Bulerías García Lorca o un gitano como guardia civil’ se propone al lector el juego de un diálogo ficticio con ‘Romance sonámbulo’ de Lorca, con los temas recurrentes del poeta mártir: los gitanos, la muerte, la luna, la Guardia Civil, las pequeñas cosas.

En ‘Un gringo viejo de apellido Bierce o el diccionario del diablo que decidió esfumarse’ se hace una evocación de este escritor norteamericano desaparecido, presuntamente en el «tercer mundo». Un escritor irónico y sardónico al cual vale la pena tener como ejemplo y como advertencia.

‘Yo sugerí la invención de un J. E. Adoum o clases para hablar en post-ecuatoriano’ o qué es ser ecuatoriano, y hablar en post o neutro ecuatoriano, por un ecuatoriano. Ser de un país imaginario en una línea imaginaria, con montañas y mares, con una historia dispar de conquistas y tradiciones, que para entenderlo y hablar como lugareño habría que visitarlo o vivir unos días en su territorio y con su gente.

‘Un mochilero conocido como Morábito o cómo matar a la lengua materna’ creo es uno de los poemas más bellos de Vinueza, al menos a mi parecer, que he tenido la oportunidad de leer. En él se aborda la emergencia de las fronteras del idioma, pues al idioma materno difícilmente se lo puede matar, ni así se busque adoptar la lengua materna de un amor para «aprender a amar en su idioma». No se puede matar una lengua materna porque nunca se la puede llamar mía.    

‘Aquella estatuilla de Carrera Andrade o un hombre planetario nacido en un país invisible’ se lo puede resumir con la siguiente pregunta: ¿Por qué un hombre planetario nació en un país insignificante hasta el absurdo de ser imaginario, que no supo cómo contenerlo? Pues, porque: «unos nacen con suerte y otros nacen en Ecuador».

En ‘Consultorio privado de G. Snyder o cosas que necesitas saber si quieres ser poeta’ y en ‘Resignificaciones O’Hara o cómo ser un poeta que no se toma en serio vol. I’, Vinueza hace una crítica certera y afilada al mundo de la poesía y sus inminentes excesos. Crítica que tiene su cima en ‘Guardarraya a la casa de R. Arias o de cómo la poesía da un paseo en bicicleta’. En los dos primeros se ataca al poeta artificial, uno que escribe «listas de compras», un lame botas de poetas mayores, el de «libretita barata», el que roba las ideas de los amigos, que se queja por la beca no obtenida, que sigue las modas, que toma en serio la poesía y no se burla de ella, que no se divierte ni juega.  

‘Guardarraya a la casa de R. Arias o de cómo la poesía da un paseo en bicicleta’. Vinueza, recordando al gran poeta tzántzico en bicicleta, Raúl Arias; y, a la vez, haciendo una inteligente defensa de aquellos que nunca aprendieron a manejar una bicicleta. Y en el caso de un poeta, aprender a andar en bicicleta para sacar a pasear todos los poemas que ha escrito.

Y volviendo a los juegos, en ‘Un laberinto hallado dentro de un sueño de Jara Idrovo o lo lúdico como forma de vida’, si uno desea hacer arte, según Vinueza, escapar del juego es imposible. Y es muy cierto. En especial el poeta que, al transmutar ideas en palabra y sonidos, en sí está jugando.  

En ‘Manual Pessoa de urbanidad y buenas maneras o cómo acudir a las tabaquerías’ se hace una alegoría del Yo lírico de ‘Tabaquera’ de Fernando Pessoa, a través de un hipotético dependiente que le vende tabacos. Una disección de la vergüenza inherente a una adicción.

‘Resignificaciones Koch o cómo ser un poeta que no se toma en serio vol. II’, o cómo seguir rompiendo la cuarta pared con poemas sardónicos o antipoéticos. Un poeta que no se toma en serio escribiendo sobre cómo ser un poeta que no se toma en serio. Porque lo serio es aburrido, es el terreno de los lugares comunes; y lo no serio es todo aquello que no parezca poesía, lo contrario a cosas serias, que no sean incluidas en un poema serio. Tomarse en serio el hecho de no tomarse en serio.

En ‘Una llamada fallida a R. Oviedo o el poeta como un puercoespín’, Vinueza hace una curiosa comparación entre poetas y puercoespines; haciendo que estos últimos venga a ser los animales totémicos de los poetas. Ya que, al igual que los poetas, estos roedores no sirven para nada, pero cuando se sienten amenazados (en el caso de los poetas, por comentarios) se erizan.

Sobre ‘Yo creo en Ida Vitale o las ariadnas palabras’, hay un nuevo tratamiento de Vinueza al tema del lenguaje. En este poema las palabras siguen siendo ese animal indómito, que se van uniendo a través de un hilo, como el de Ariadna. A fin de cuentas, las palabras son las que nos manejan y deciden, no nosotros.  

Como colofón tenemos ‘Despedida también cordial’, una despedida para un bello poemario por el que han desfilado los ídolos del autor; pero, ojo, estos ídolos no son «todos los ídolos posibles»; aún hay muchos que el autor no colocó u otros que todavía no le han sido presentados. Como en un discurso en donde no se nombra a nadie para no herir a los amigos, por omisión: «ningún ídolo puede ser más que una palabra que se / dice con miedo al rechazo de otro ídolo».

En el poemario de Vinueza hay de todo y para todos; hay autores y autoras de todo tipo, amigos, influencias, gustos culposos. Desfilan referencias a novelas, a cuentos, a otros poemas, anécdotas personales. Está la patria, la palabra, el idioma, el lenguaje, la autenticidad, los poetas, la labor del poeta, la vida y la muerte, y un interminable etcétera. 

Y es así como, tras una buena lectura, sabemos que, para Vinueza, más que sus ídolos son sus adorados muertos y que el mejor homenaje que hizo hacia ellos ha sido matarlos para reinventarlos a su modo, para gracia del lector agradecido.

El autor

Juan Romero Vinueza (Quito, Ecuador, 1994)

B.A. en Literatura en la PUCE (Ecuador). M.A. en Literatura Hispanoamericana en la Universidad de Guanajuato (México). Fue co-editor de Cráneo de Pangea. Ha colaborado con revistas de Venezuela, Chile, Perú, España, Estados Unidos, México, Reino Unido y Ecuador. Ha publicado en poesía: Revólver Escorpión (La Caída, 2016), 39 poemas de mierda para mi primera esposa (Turbina, 2018; Ed. Liliputienses, 2020; Mantra, 2020), Dämmerung [o cómo reinventar a los ídolos] (Ed. Liliputienses, 2019; La Caída, 2021), Mención de Honor del Premio Nacional de Poesía Jorge Carrera Andrade 2019; y lírica fracturada para traductores tristes (Municipio de Cuenca, 2021), obra ganadora de la Convocatoria Editorial 2021 del GAD Cuenca en la categoría de Poesía. La primera antología de su obra es Ínfimo territorio kamikaze (Municipalidad de Lima, 2021). Compiló, con Abril Altamirano, Despertar de la hydra: antología del nuevo cuento ecuatoriano (La Caída, 2017), obra ganadora de los Fondos Concursables 2016-2017 del Ministerio de Cultura y Patrimonio del Ecuador. Compiló y tradujo, con Kimrey Anna Batts, País Cassava / Casabe Lands (La Caída, 2017). Fue uno de los ganadores del Certamen de Ensayo Luis Alberto Arellano y su texto forma parte de Erradumbre (Mantis, 2021).

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