Las segundas criaturas, Diego Cornejo Menacho
Reseña de literatura ecuatoriana por Neal Moriarty
Los antecedentes que tenemos sobre la figura de Marcelo Chiriboga, personaje mítico de un país imaginario, se remontan a una primera mención en la novela El jardín de al lado (1981), de José Donoso; luego apareció en Donde van a morir los elefantes (1995), también del escritor chileno; para luego ser retomado por Carlos Fuentes, en Cristóbal Nonato (1987) y en Diana, o la cazadora solitaria (1994). Más tarde, el autor ecuatoriano, Diego Cornejo Menacho, escribió una biografía novelada sobre Chiriboga, titulada Las segundas criaturas (2010); y el escritor peruano, Jorge Eduardo Benavides, lo utilizó como personaje en su novela El asesinato de Laura Olivo (2018). Por otro lado, la vida de este enigmático personaje también fue llevada a la pantalla grande por el cineasta, Javier Izquierdo, quien dirigió el documental Un secreto en la caja (2016). Hasta donde sabemos, la existencia de Chiriboga se debió a una travesura de Donoso y Fuentes para darle al ‘Boom latinoamericano’ un representante ecuatoriano, hasta donde sabemos.
En la novela de Cornejo Menacho se va construyendo un corpus a través de la narración de la Polaca, Nuria Monclús, una suerte de homenaje a la famosa agente literaria, Carmen Ballcels, responsable principal de haber internacionalizado a varios autores del ‘Boom’. Se hace una retrospectiva de toda la vida de Marcelo Chiriboga, empezando por sus últimos días; incluso, mientras agoniza debido al cáncer. No obstante, al final sabemos que, la verdadera voz detrás de la Polaca, es el mismo Chiriboga, quien quiso dejar un último manuscrito: Las segundas criaturas, tomando prestada la voz de su agente literaria como si fuera su biógrafo personal que pretende que la figura y el legado de Chiriboga no sea olvidado y este no caiga en la invisibilidad de la literatura nacional, dentro de la literatura mundial. Osea que leemos la última novela de Chiriboga, una autobiografía contada a través de la Polaca.
Marcelo Renán Chiriboga Dávalos nació en Riobamba, el 15 de abril de 1938, bajo el nombre de Cristo Jesús Chiriboga Dávalos. De familia humilde; hijo del abogado, Julio E. Chiriboga, y de Lucrecia Dávalos. Tuvo un hermano gemelo que murió al nacer. A los seis años perdió la virginidad a instancias de unos primos de Guayaquil, que estaban de visita. Estudió la educación primaria en el Colegio San Felipe Neri, de los padres jesuitas, y continuó en el Colegio Pedro Vicente Maldonado. Sus primeros acercamientos a las letras fueron gracias a la biblioteca personal de su padre, y a los libros prestados por uno de sus profesores, de apellido Jaramillo, quien organizaba clubes de lectura. Dicho profesor le facilitaba títulos controversiales para la época, como Vida de Jesús de Joseph Ernest Renán; precisamente por él se cambió el nombre a Renán, y Marcelo por Marcello Mastroianni, actor de la película Vida de perros. El último año de secundaria lo cursó en la Escuela de Agricultura Simón Rodríguez, de Latacunga, lo que complementó el aprendizaje recibido en las tierras familiares de Huabug. Luego se mudó a Quito para estudiar Agronomía en la Universidad Central del Ecuador. Su compañero de residencia, Sérvulo Sánchez Quintanilla, locutor de Radio Cosmopolita y cronista policial de Diario de la Tarde, lo introdujo en las reuniones literarias de universitarios y en los grupos de izquierda. En esa época escribió su primer libro, titulado El cisne de fuego, encargo del comandante del Cuerpo de Bomberos de Quito, que se lo quería dedicar a la reina de la institución. También frecuentó el mítico Café 77 de la Plaza Grande, del Centro Histórico, epicentro de la intelectualidad capitalina. En tal lugar conoció a Clementina, una de las primeras mujeres que, de alguna u otra forma, influyeron en Chiriboga.
Clementina, marxista convencida debido a sus años de estudio de Medicina en Moscú, también estuvo influida por el sartreanismo y el beauvoirismo. Aquel ambiente propició a que Chiriboga escribiera una nouvelle, Polvo de levadura, publicada en México, sobre un escritor que decide viajar a Cuba para descubrir al ‘hombre nuevo’ en su interior y para luchar por la revolución. Sin embargo, la exigencia de una literatura comprometida, que permeaba en los círculos intelectuales, terminó haciendo que huyera del país; no sin antes empezar con la escritura de La caja sin secreto y Huesos de vidrio, en donde criticó al Partido Comunista. Fue Benjamín Carrión, baluarte de las letras ecuatorianas, quien lo llevó a México como chofer, para luego pasar a ser su secretario en la embajada. Cuando Carrión fue removido, Chiriboga quedó bajo la protección de Regina Montepietro, afamada docente de la UNAM, a quien había conocido en una de sus recepciones y con quien terminaría casado. Gracias a ella empezó a dar talleres en la Casa de la Cultura Reyes Heroles. Asimismo, producto de una de dichas recepciones, en Coyoacán, también conoció a la española, Nuria Monclús, la que se convirtió en su agente literaria. Salvador Elizondo fue el que posibilitó que su primera novela fuera publicada en una modesta editorial mexicana, además de haberlo puesto en contacto con el también ecuatoriano, Vargas Pardo. Pero, la obra que lo catapultó y lo hizo conocido fue La caja sin secreto; digna heredera de William Faulkner y continuadora de Gabriel García Márquez.
Al principio, los críticos no la entendieron, pero fue considerada un punto de inflexión en la literatura en castellano. Severo Sarduy la calificó de un Longseller. Chiriboga tuvo varios encontrones con su compatriota Vargas Pardo, pues ambos competían como cabezas de talleres de escritura; este último lo había desplazado del Instituto Nacional de Bellas Artes. Chiriboga tuvo amoríos con una pintora bisexual de nombre María Cayetana y con la famosa actriz, Jean Seberg, ex pareja de Carlos fuentes, y escribió El intolerante. A parte de su novela política, Polvo de levadura, escribió una acerca del conflicto existencial de un pintor atrapado por el fanatismo político y la compulsión hacia una militancia de izquierda. Más adelante, de nuevo solo, con el dinero de herencia tras la muerte de sus padres, y aprovechando una invitación de Radio France Internationale, para conducir un programa de radio, se trasladó a París. En la ciudad europea, Chiriboga se sintió discriminado y minimizado, muy diferente al ambiente mexicano que fomentaba su carácter telúrico. Al ser un gran amigo del pintor ecuatoriano, Pablo Oquendo, en una recepción en la embajada de Ecuador, este le presentó a Adéle de Lusignan, una artista plástica argentina de la que Chiriboga quedó prendado.
El asedio e insistencia de uno conjugó con la indiferencia de la otra. Él le daba una buena vida con lo que estaba ganando por sus novelas y ella era su trofeo con el cual presumir. Para ese entonces se había vuelto el escritor ecuatoriano de moda; ganó el Premio Montjuic con El color del agua regia, novela sobre una catalana que huye del franquismo y apoya a la Resistencia desde París. Posterior, y tras veinte años en el exilio, regresó a su país natal siendo embajador en Roma. En Ecuador le otorgaron el Premio Eugenio Espejo, el Premio Rumiñahui de Oro en el grado de Capitán de la Ciudad, condecoraciones por parte de la Alianza Francesa por haber trazado vínculos culturales entre ambos países, le ofrecieron se candidato a la presidencia. El Gobierno de Francia lo nombró Chevalier des Arts et des Lettres, y le otorgó la Grande Croix de l’Ordre di Roí Charles V. Sus libros también fueron traducidos al francés. Finalmente, le dieron el Premio Cervantes. Tuvo una breve relación con la pintora María Cayetana Uribe de Ascázubi. Escribió El intolerante, acerca de un actor que mató a su pareja por celos y que luego se convirtió en mujer de los presos.
Escribió también Las fronteras interiores, novela sobre un estudiante de medicina que es obligado a servir al Cartel de Juárez como verdugo de jóvenes maquiladoras. Tras dejar de ser embajador, se publicó El vuelo de los gallinazos, novela de tono autobiográfico que critica al ‘Boom Latinoamericano’. Fue invitado a dar unas conferencias en la Universidad de San José, en EE.UU. En esa época se interesó por Rubí Macnamara, entusiasta de los clubes de lectura del chileno Gustavo Zuleta, gran admirador de Chiriboga. Inició la escritura de su última novela, Las segundas criaturas, cuando le anunciaron que tenía cáncer terminal. Murió en Paris en el 2001, a los sesenta y tres años. Fue un autor que ambientó sus historias, principalmente, en la ciudad. Maestro de la denuncia social y del diálogo sin interlocutor. Creó una nueva concepción del tiempo y del espacio, y usó de una forma nunca antes vista el monólogo interior.