Edgar Allan PoeErnest HemingwayEscritores SuicidasLiteratura y MuerteMark TwainRobert Louis StevensonSuicidioVirginia Woolf

Escritores Suicidas

“El suicida sigue sin poder reposar en tierra sagrada, pero en adelante ocupará un puesto de honor en la mitología artística”.



Internada en el vasto mundo del Internet, e indagando sobre uno de los temas que recurre a mi mente, encontré el blog “Jacintario”. Ahí se habla, en una publicación del año 2007 de aquel extraño nexo entre escritores y muerte.

En el artículo, del que tomo fragmentos, se hace mención a los escritores (no ecuatorianos) y las distintas formas que encontraron para el suicidio, además de los estudios realizados en torno a ese enamoramiento existente entre los artistas y la muerte.




3 de Diciembre de 2007

El Club de los Escritores Suicidas: El suicidio y la literatura

El suicidio y los procesos creativos de los artistas es una relación que ha fascinado a estudiosos y aficionados desde hace mucho tiempo. Una de las obsesiones de los que se acercan al tema es descifrar si, al analizar los escritos dejados atrás, hubiera sido posible predecir el final de dichos autores. Lo que durante mucho tiempo fue apenas una fascinación morbosa comenzó en algún momento a tornarse en asunto para estudios más serios.
Con la publicación en 1889 de “Genio y locura” escrita por el médico y antropólogo italiano Cesare Lombroso. El autor planteaba que el genio artístico era una forma de desequilibrio mental hereditario y para apoyar esta afirmación, se dedicó a coleccionar lo que llamó “arte psiquiátrico”, escritos, dibujos y pinturas realizados por pacientes encerrados en hospitales mentales. Lombroso también vinculó el genio artístico con la esquizofrenia, debido al alto índice de pacientes que sufrían de este mal y que lograban plasmar por medio de la expresión creativa, su atormentado y complejo mundo interior.

Algunos de los autores incluidos en este estudio son Charles Dickens, William Faulkner, F. Scott Fitzgerald, Ralph Waldo Emerson, Baudelaire, Herman Hesse, Ernest Hemingway, John Keats, Edgar Allan Poe, Mark Twain, Robert Louis Stevenson, Virginia Woolf y Kurt Vonnegut.

A pesar de todos los estudios y aproximaciones científicas, no hay datos definitivos que confirmen el vínculo entre los procesos creativos o artísticos con la enfermedad mental y/o el suicidio. Pero no es necesario ser artista para suicidarse.

Las motivaciones del suicidio entre escritores son semejantes a las de cualquier mortal. También sus métodos, algunos más rebuscados que otros, como el de Jerzy Kossinski. El autor de origen polaco, conocido por su excepcional novela “Desde el jardín”, se suicidó ingiriendo una gran cantidad de barbitúricos con un trago de ron y Coca Cola, se metió a la tina de baño y además se amarró una bolsa de supermercado alrededor de la cabeza. Su nota de suicidio, el cual constituyó una gran sorpresa para sus allegados, decía “voy a dormir ahora un rato más largo del usual. Llamemos a ese rato Eternidad”. Problemas cardíacos, la incapacidad de poder escribir más acusaciones de plagio, podrían haber sido el detonante para esta decisión.




La poeta rusa Marina Tsvetaeva se colgó hasta morir. Emilio Salgari, creador de Sandokán y varias novelas de aventuras, se abrió el vientre con un cuchillo. La narradora alemana Unica Zürn se tiró desde la ventana del apartamento que compartía con su compañero sentimental, el pintor Hans Bellmer. Jacques Vaché, amigo de André Breton y uno de los fundadores del surrealismo, murió de una sobredosis de opio.

La clásica bala es uno de los métodos más populares de suicidio entre autores. A ello recurrieron Ernest Hemingway, José Asunción Silva, Sandor Marai, Jacques Rigaut y Hunter S. Thompson, entre otros.

También lo es la ingesta de venenos y sobredosis de medicamentos. Horacio Quiroga tomó cianuro poco después de saber que sufría cáncer estomacal. Leopoldo Lugones se tomó un trago de whisky mezclado con cianuro. Cesare Pavese tomó una sobredosis de barbitúricos luego de una decepción amorosa. Georg Trakl acabó consigo mismo tomando una sobredosis de cocaína.



El suicidio por inmersión es otro de los recursos comunes entre autores. Alfonsina Storni se adentró en el mar en la playa La Perla, en la ciudad de Mar del Plata, agobiada por la soledad y tras detectársele un cáncer mamario. Virginia Woolf se llenó los bolsillos del abrigo con piedras y se sumergió en el Río Ouse, muy cerca de su casa. Paul Celan se arrojó al río Sena en París.

Otros escritores prefirieron inhalar algún tipo de gas. Sylvia Plath y René Crevel abrieron las llaves de sus respectivos hornos. Anne Sexton se encerró en su garaje, encendió el motor de su automóvil y murió por envenenamiento con monóxido de carbono. Algo similar hizo John Kennedy Toole.

Algunas muertes ocurrieron de manera tal que la línea entre suicidio y accidente no queda muy clara. Es el caso de Primo Levi, el escritor italiano de origen judío que sobreviviera al holocausto y que fuera encontrado muerto en las escaleras interiores de su edificio. Sus allegados y el forense que lo examinó estuvieron de acuerdo en que Levi se suicidó lanzándose de las escaleras, ya que jamás pudo sobreponerse al trauma y la culpa de haber sobrevivido Auschwitz.



Sobre la muerte de Jack London también se alza la sombra del suicidio. London sufría de uremia y los dolores lo obligaban a tomar morfina. Si la sobredosis que lo mató fue ingerida de manera accidental o deliberada, es algo que sigue en el misterio.

Al estudiar varios de estos casos, una característica común (además de las enfermedades mentales), fue la imposibilidad de poder escribir: no escribir con la frecuencia o con la calidad deseada fue motivo de angustia para muchos. ¿Acaso la escritura sería para ellos una válvula de escape que, al verse bloqueada, hacía intolerable la existencia?

Aunque jamás pueda definirse con exactitud por qué existe o cuál es el vínculo entre escritores y suicidio, lo cierto es que el tema siempre volverá, de manera recurrente, a plantearse en nuestro imaginario y a alimentar nuestras fascinaciones personales”.




“Huían de su propia vida, de sus fracasos artísticos, de sus deseos siempre insatisfechos, de su exacerbada sensibilidad. Exploradores de vastos territorios del alma, expuestos a las más inclementes contradicciones, se encuentran en ocasiones en la tesitura de elegir la sensibilidad o la supervivencia. En todo caso no debemos creer que los poetas suicidas son una especie lánguida, sumida en un desánimo que le impide percibir lo que de grato tiene la existencia. Las vidas de estos muertos son un ejemplo de vitalidad extraordinaria. El peso de su sufrimiento no lastraba su paso, sino que por el contrario parecía dotarles de una maravillosa ligereza”.

http://www.filmica.com/jacintaescudos/archivos/006797.html
Gallero, José Luis. “Antología de poetas suicidas (1770-1985)”

2 comentarios en «Escritores Suicidas»

  • Cada persona vive circunstancias diferentes, incluso ante las mismas reaccionamos diferente…cuando la sabidurìa es parte de nuestras necesidades: un final decidido,justificado,adecuado…es cosa muy difìcil de analizar desde el punto de vista ètico, social, religioso…si tenemos una salud mental que es un tèrmino estadìstico y en determinado momento queremos prescindir de nuestra animaciòn es respetable…es muy dificil este tema porque obecede a muchas cuestiones que sòlo el "decidido" sabe…en lo personal hay momentos que serìa adecuado y valiente,ojalà prosperemos en las posiciones ante este "asunto".

    Respuesta

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *