Literatura Ecuatoriana

Los crímenes de Bartow, Óscar Vela Descalzo

Reseña de literatura ecuatoriana
por Neal Moriarty
Los crímenes de Bartow de Óscar Vela Descalzo.
Fotografía: Neal Moriarty.

El libro

Al igual que muchas otras personas, supe del caso de Nelson Serrano luego de haber visto el reportaje de la periodista, Janet Hinostroza, titulado Nelson Serrano, Soy Inocente, que tuvo como uno de sus principales ejes el contraponerse al documental de la CBS; este último, muy parcializado si acaso. Tras conocer los hechos, las investigaciones y la sentencia; el aciago destino de este hombre quedó impreso en mi memoria para siempre; así que, cualquier otra noticia posterior, relacionada con su caso, siempre ha llamado mi atención. Por tal motivo quedé gratamente contento de que, un gran escritor de larga trayectoria, como lo es Óscar Vela Descalzo, haya escrito una novela sobre el caso Serrano.   

Me atrevo a señalar que, junto con el documental de Hinostroza, la obra de Vela Descalzo, constituyen los principales pilares sobre los que descansan evidencias suficientes como para uno darse cuenta de todas las irregularidades e injusticias cometidas hacia un compatriota. Este hombre, ya octogenario, ha pasado casi dieciocho años de su vida recluido en una celda del corredor de la muerte, en una prisión de EE.UU.; lo que lo ha convertido en el prisionero más longevo condenado a muerte en el país del norte; y lo que le ha causado, a más de la privación de libertad y separación de sus seres queridos, una serie de vicisitudes: problemas auditivos, una seria deficiencia visual y fuertes dolores del nervio ciático. No obstante, es admirable, y Vela Descalzo lo destaca con maestría, cómo, Serrano, mantiene intactos su imponente presencia, fuerza de carácter, fortaleza mental y aguda inteligencia; su temperamento y tenacidad resultan sobrecogedores.

Tranquilamente la obra de Vela Descalzo se puede codear con novelas de no ficción de similar cuño, a decir de un par: A sangre fría, de Truman Capote y La canción del verdugo, de Norman Mailer. Pero, el plus de la novela del autor ecuatoriano radica en que también es un texto de denuncia, un perfecto ejemplo de literatura comprometida a la manera de Albert Camus. Incluso, el autor ha ido más allá y, además de escribir sobre la historia de Serrano, se ha comprometido, al también ser un reconocido abogado, a revisar el caso en su parte jurídica; recopilando toda la información necesaria para, con ayuda del Gobierno, se revisen y reparen los errores procesales del expediente y así lograr un nuevo juicio en el que exista una real posibilidad de que Serrano sea por fin liberado. 

El caso

Hace aproximadamente veintidós años, a las cinco y treinta de la tarde, en la empresa de nombre, Erie Manufacturing, se cometieron los que han sido considerados como los peores crímenes de la historia reciente del condado de Polk. Un cuádruple homicidio segó la vida de George Gonsalves, George Patisso, Frank Dosso y Diane Patisso. Gonsalves era uno de los socios de la empresa; Frank era hijo del otro socio, Phill Dosso; Diane su esposa y George su cuñado.   

Los primeros en llegar a la escena del crimen fue la familia Dosso: Phill y Nicoletta. Como ese día se iba a realizar una fiesta de cumpleaños para las hijas de Frank, al no tener la presencia de sus familiares, y al no haber recibido respuesta alguna a las llamadas, procedieron a comunicarse con el 911. Phill Dosso acusó del hecho a su otro socio, Nelson Serrano.

La relación entre George Gonsalves, Phill Dosso y Nelson Serrano se había deteriorado siete meses atrás. Francisco, hijo de Nelson, quien por aquel entonces fungía como director de operaciones de Erie Manufacturing, descubrió en la contabilidad de la empresa un faltante de un millón de dólares. Nelson propuso la venta de las acciones y la devolución del dinero; sin embargo, ante la negativa, planteó entablar un juicio civil. Francisco fue despedido y Nelson fue separado como presidente de la compañía.  

La Policía y los investigadores manejaron la hipótesis de que, el objetivo principal, era Gonsalves. Al no haberlo encontrado solo, asesinaron a las otras víctimas para no dejar testigos. Una segunda versión situó el móvil del hecho como robo. En cambio, la historia que sostuvo la familia Dosso y el fiscal a cargo, John Agüero, fue que, Nelson Serrano había sustraído dinero de la empresa y esto lo motivó a cometer los crímenes.

En los interrogatorios, el único testigo ocular del hecho, John Purvis, describió la presencia de un hombre joven, de entre veinticinco y treinta años, y de rasgos asiáticos. El atuendo elegante del individuo contrastaba con la vestimenta habitual de los obreros del sector. El sujeto se encontraba junto a un Cadillac beige en un sitio de estacionamiento delante del edifico en donde se cometieron los asesinatos. Aaron Adams, residente y profesor de Bartow, fue el primero en llamar a la Policía y en rendir su testimonio; el testigo dijo haber visto a un mexicano o puertorriqueño que caminaba hacia el sur.   

Inmediatamente el caso se volvió mediático y hubo mucha presión para que se elucide lo más pronto posible. Francisco y Nelson fueron puestos como principales sospechosos. Nelson Serrano, al día siguiente de los hechos regresó de un viaje a Atlanta y se puso a ordenes de las autoridades. Lo interrogaron, allanaron su casa, intervinieron las líneas telefónicas, le hicieron una prueba de parafina para determinar si había disparado un arma recientemente, buscaron huellas y rastros de ADN en la escena del crimen: no encontraron nada que lo implique

Todas las pruebas recabadas entre 1997 y 2001, además de los informes forenses, señalaban como autores materiales a dos sicarios. No obstante, la hipótesis que empezó a sostenerse por sobre las otras fue la del agente de policía, Tommy Ray, misma que coincidía con la de Phill y Nicoletta Dosso. Ray situó a Serrano como autor material por motivos económicos; un hombre, que en ese entonces tenía cincuenta y nueve años, de contextura pequeña; que, según dicha hipótesis, pudo llevar varias armas consigo y reducir a al menos  dos jóvenes atléticos.

Entre 1999 y 2001, tres Gran Jurados conformados por la Corte de Justicia de Bartow, en distintos momentos, negaron a la Fiscalía, por falta de pruebas, la posibilidad de acusar a Serrano. En enero del 2000 se removió a Ray del caso y se declaró al proceso en Cold Case, congelado jurídicamente al carecer de evidencias o resultados en las investigaciones como para llevar a nadie a juicio. Esto cambió cuando Ray encontró en una bodega aeroportuaria dos boletos de estacionamiento de dos vehículos alquilados; uno el mismo día de los crímenes y el otro, diez días después. En cada uno de los boletos había la mitad de una huella borrosa del dedo índice izquierdo de Serrano. El hallazgo situaba al principal sospechoso más cerca de la escena del crimen, puesto que Serrano, cuando sucedieron los hechos, se hallaba en un hotel de Atlanta; según las cámaras de seguridad del lugar.      

Con tal evidencia se conformó un nuevo Gran Jurado y se llamó a juicio a Nelson Serrano, se emitió una orden de detención y extradición, pues el imputado había regresado al Ecuador. El 31 de agosto de 2002, Serrano fue detenido ilegalmente y secuestrado por civiles armados cuando salía de un almuerzo en la ciudad de Quito. Cabe mencionar que, la Constitución ecuatoriana, no contempla la extradición de sus nacionales. El agente, Tommy Ray, de acuerdo a su testimonio, recogido en el documental de la CBS, sobornó a policías y autoridades ecuatorianas. Con una orden ilegal de deportación se hizo un juicio sumario brevísimo, por la tarde se dictó sentencia y se notificó a las autoridades migratorias. Serrano fue trasladado al antiguo aeropuerto Mariscal Sucre y escondido en una jaula para perros. Ray, y el fiscal adjunto, Paul Wallace, convencieron a los pilotos de un vuelo comercial a que llevaran a Serrano de regreso a los EE.UU. para ser juzgado. En la prisión de Miami hicieron que enferme de neumonía para poder llevarlo al hospital e inyectarle pentonal sódico, el suero de la verdad, e interrogarlo.  

En 2005 inició el juicio penal. Cierta negligencia de los abogados de Serrano, sumada a la presión mediática, que hasta provocó que se televisara el juicio, y algunas inconsistencias, hicieron que pierda la defensa. En 2006, la jueza de la corte de Bartow, Susan Roberts, quien coincidentemente fuera compañera de trabajo de una de las víctimas, Diane Patisso, declaró culpable al acusado. Nueve meses más tarde se leyó la sentencia, la jueza Roberts impuso cuatro penas de muerte.  

En 2007, la familia Serrano empezó con los trámites de apelación y puso una denuncia en la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) por violaciones a los derechos de Serrano en todo el proceso. En el mismo año, Claudio Mueckay, defensor del Pueblo, envió una queja formal a la embajada de los EE.UU. En 2008, Fernando Bustamante, ministro de Gobierno del Ecuador, declaró la nulidad de todo el proceso de deportación de Serrano y denunció los abusos por parte de policías y funcionarios. En 2009, la CIDH expidió un informe que responsabilizaba al Estado ecuatoriano por la violación de los derechos del ciudadano Nelson Serrano; recomendando, con carácter de obligatorio, una asistencia jurídica y una reparación integral. En 2015, la Corte Suprema de Justicia de los EE.UU., rechazó la apelación presentada y confirmó la sentencia.

Según Óscar Vela Descalzo, y se agradece, su interés meramente literario por escribir la novela se volvió un pretexto para involucrarse también como un abogado más en el caso. Por ello, y con conocimiento de primera mano, afirma que, los nuevos recursos legales en trámite están enmarcados en una resentencia y en un habeas federal que se lo presentará a la Corte Suprema para buscar una nueva audiencia de pruebas. Proceso que, al terminar de escribir estas líneas, continúa en marcha luego de varios retrasos provocados por la pandemia del covid-19.

Las irregularidades

Entre las irregularidades mencionadas por Vela Descalzo, dentro de todo el proceso inherente al caso Serrano, vale señalar algunas para conocimiento de la gente interesada en sacar sus propias conclusiones:

  1. Al recabar información, los investigadores no tomaron en cuenta la presencia de dos hombres, identificados como ‘mexicanos’, la mañana de aquel fatídico día. Los sujetos, al parecer, so pretexto de buscar empleo estuvieron espiando las oficinas de Erie Manufacturing. Incluso, uno de ellos fue identificado en las cercanías minutos antes de cometerse los crímenes.
  2. Si se alegó que el principal móvil fue económico, ¿por qué nunca se hizo un rastreo del dinero faltante de las cuentas de la empresa? Tras la muerte de Gonsalves y la estadía en prisión de Serrano, Dosso quedó como único accionista. Al no poder presentarse en las audiencias del juicio civil, un juez declaró abandonado el caso y Serrano perdió toda posibilidad de resarcimiento.  
  3. La Fiscalía no presentó como evidencia, siendo que constaba en un reporte policial, una pistola Colt calibre .22 y con una letra ‘S’ de silenciador. Dicha arma tenía en sus registros implicaciones en otros crímenes que no podían se imputados a Serrano. También se desestimó los dos disparos recibidos por Frank Dosso, con una escopeta calibre .30, señalados por el forense, pues contradecía la posibilidad de que los crímenes hayan sido cometidos por una sola persona.
  4. Los fiscales, John Agüero y Paul Wallace, ocultaron el hallazgo de un guante de látex de uno de los presuntos implicados, mismo que no tenía el ADN de Nelson Serrano. Una jueza en segunda instancia adujo que, si bien el guante no tenía el ADN de Serrano, eso no significaba que no hubiera sido el asesino.
  5. El testimonio de John Purvis fue cambiando a lo largo del proceso. Al principio afirmó haber visto a un hombre joven, de rasgos asiáticos o hispanos, fumando junto a un Cadillac. En su tercera declaración cambió en aspectos sustanciales: dijo que no hubo ningún automóvil y fue persuadido por la Fiscalía de que el hombre en cuestión no había encendido un cigarrillo, sino que solo hizo un ademán. Cabe señalar que Serrano no fuma.
  6. Acerca de los boletos que terminaron por condenar a Serrano, la empresa encargada de los estacionamientos de Orlando señaló que, cada noventa días, destruían todos los boletos guardados y que, incluso, las bodegas habían sido afectadas por dos inundaciones. Por otro lado, fue muy casual que, entre tanto boleto sobreviviente, justo se haya encontrado aquellos dos con las huellas de Serrano. Tales huellas indicaban que los boletos fueron ‘tocados’, más no ‘tomados’, por la ausencia de una huella de pulgar. Los boletos originales terminaron siendo destruidos por químicos durante los peritajes.
  7. Si bien hubo un alquiler de vehículo, en otras fechas, fue por parte de Álvaro Peñaherrera, cercano a Nelson Serrano, y quien lo hizo para entregárselo a una amiga de Serrano en el aeropuerto de Tampa. Siendo que la referida amiga no pudo ir a EE.UU., Peñaherrera tuvo que devolver el vehículo. Tommy Ray insinuó que ese alquiler fue para movilizarse a comprar lo boletos para viajar y cometer los crímenes. Al igual que Purvis, y por presión de agentes del FBI, Peñaherrera cambió varias veces la versión de su historia.
  8. La Fiscalía elaboró una cronología de los acontecimientos, misma que abarca un lapso de casi diez horas, entre las 12:21 y las 22:17. Según la Fiscalía, Serrano había viajado de Atlanta hacia Orlando; luego recogió el vehículo alquilado y condujo a Bartow; cometió los crímenes por sí solo; de ahí manejó hacia Tampa, dejando el vehículo en el estacionamiento del aeropuerto; tomó un vuelo hacia Atlanta, llegando a las 22:17, para aparecer en el video de seguridad del hotel. Como Serrano no aparecía en los videos de los aeropuertos, Ray justificó que era porque había viajado con una identidad falsa. El supuesto trayecto y tiempos son complicados de cumplir, Janeth Hinostroza lo recreó sin éxito.
  9. La defensa de Serrano, en manos de la firma Epson, encargada a los abogados, Charles Epson y Bob Oodegard, fue negligente y confiada. No estuvieron empapados de todos los informes; no interrogaron debidamente a Purvis; descocían la existencia del otro testigo, Aaron Adams; no pidieron a la jueza un examen de ADN del guante de látex; no indagaron a fondo a Álvaro Peñaherrera; no utilizaron a favor de su cliente las declaraciones dadas en 1999 por un convicto, de nombre Robert Fowler, quien dijo conocer detalles sobre los crímenes y sus supuestos verdaderos responsables.
  10. Finalmente, de acuerdo a la legislación norteamericana, siendo que una pena de muerte es aplicable cuando existe unanimidad en un jurado; en el caso Serrano solo hubo nueve de doce votos posibles.   

La novela de Óscar Vela Descalzo cumple con creces sus propósitos; la dedicación empleada, toda una investigación detrás y el tratamiento dado, la convierten en un material necesario para que cualquier lector pueda conocer, de la forma más honesta, cómo en un caso, debido a negligencias e irregularidades, se pueden destruir varias vidas. No solo aquellas relacionadas con las víctimas directas, y sus familiares; sino con las indirectas, y más aún la vida de un hombre que no tuvo un juicio enteramente justo. Los crímenes de Bartow, al día de hoy, tienen más preguntas que respuestas y se espera que, trabajos como el de Hinostroza y Vela Descalzo, sirvan para generar espacios de diálogo y que el gran público pueda sacar sus propias conclusiones, siendo debidamente informado.

*Neal Moriarty (Richard Jiménez Almeida): Licenciado en Filosofía por la Pontificia Universidad Católica del Ecuador y Máster en Estudios de la Cultura (mención Literatura Hispanoamericana) por la Universidad Andina Simón Bolívar, sede Quito. Fundador y director de la revista literaria independiente Matapalo. Ha publicado poesía, cuento, novela, ensayo. 
Rastreadores de Libros: Ecuatoriano condenado a muerte en EE.UU. / Los crímenes de Bartow (Óscar Vela Descalzo) / Ep. 27

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