Literatura Ecuatoriana

La inmensidad de los páramos o la Soledad eterna

Las pinturas de Luis Alfredo Martínez Holguín

La inmensidad de los páramos / Soledad eterna, óleo sobre lienzo, 1908
Algo sobre arte? No pertenezco a ninguna escuela, -soy profundamente realista, y pinto la Naturaleza como es y no como enseñan los convencionalismos. 
El paisaje no debe ser solo una obra de Arte, sino un documento pictórico científico. 
Mi maestro es la naturaleza, pues todavía la estudio. 

Autobiografía
Luis A. Martínez

Luis Alfredo Martínez es conocido por su novela realista A la Costa, la misma que de manera fiel relata las costumbres ecuatorianas, los sucesos de una época, y que está ambientada en varios parajes del Ecuador, los mismos cobran vida (de la pluma al pincel), cuando nos acercamos a observar sus pinturas. 

José Gabriel Navarro escribió en su artículo «El paisaje nacional y Luis A. Martínez» publicado en la revista La Ilustración Ecuatoriana (1909) lo siguiente: 

Fue gran paisajista porque no dejó jamás turbar su fe estética por influencias contrarias a la pureza del arte. Jamás su arte sufrió la tiranía de las doctrinas exclusivistas, ni fue esclavo del paisajismo comercial: sino la afirmación de la libertad del artista en presencia de las bellezas de la naturaleza americana. Su arte no es clásico, ni romántico; pero reúne a su realismo todas las cualidades experimentales, sentimentales e intelectuales de estas dos maneras de interpretar la naturaleza. Y su arte responde a su talento que comprendió que el gran arte no ha sido jamás sectario y exclusivista, ni en el orden moral ni en el orden técnico. 

Como no tuvo precursor, quizás ni forme escuela.

‘Paisajes. Instantes de Los Andes’ Luis A. Martínez, MuNa

Más de 100 años después, las pinturas de Luis A. Martínez pueden verse juntas en la exposición temporal del MuNa (Museo Nacional del Ecuador). La muestra titulada ‘Paisajes. Instantes de Los Andes’ curada por Martín Jaramillo Serrano, presenta óleos producidos entre 1892 a 1909, documentos históricos (libros, manuscritos, diplomas, mapas), fotografías y otras pertenencias del autor ecuatoriano. 

Entrada al oriente, 1906; Paisaje de la costa, 1898; Paisaje tropical (Estero en los alrededores de Balzar), 1900; Paisaje de la cordillera en la provincia de Bolívar, cerca 1902; El camino del inca, 1900; El camino del inca, 1904; Laguna de páramo, cerca 1901; Paisaje de valle interandino, cerca 1898; Río Babahoyo, 1901; Paisajes andinos, sembríos, montañas de la provincia de Bolívar, 1898; El Chimborazo, 1907; El Capac Urco (El Altar), 1907; Una vaquería en el páramo del Quilindaña, 1907; Laguna de Ozogoche, cerca 1908; Chimborazo y Carihuairazo, 1907; Réquiem, 1908; Carihuairazo, 1907; El páramo del Antisana, 1906; La inmensidad de los páramos /Soledad eterna, 1908; El salto del Ayogán, 1900; El Antisana visto desde el oriente, 1906; y el Páramo del Antisana, 1906, son algunos de los óleos sobre lienzo que forman parte de la muestra. Además, las fotografías de Augusto y Nicolás Martínez que sirvieron de bocetos o fueron reproducidas.

Carihuairazo, óleo sobre lienzo, 1907
Nada le gustaba tanto como trepar a uno de esos picos resquebrajados por las intemperies de los siglos, y dominar desde allí, sobre un dosel de nieblas, la confusión sublime de cordilleras, valles solitarios y gigantes nevados. En cada lagunilla, en cada mancha de bosquecillos negros, en cada roca, en cada hilera encontraba la poesía de la verdad, la poesía de la naturaleza; y no esa fingida y académica cantada por poetas enfermos de vaciedad e impotencia.

A la Costa 
Luis A. Martínez

Resulta casi imposible al recorrer las salas no trasladarse en el tiempo a finales del siglo XIX o inicios del XX, viajar a lomo de caballo, escalar montañas, desvanecerse en el paisaje; en los páramos, la nieve de las cumbres, las lagunas, y los caminos que llevan a la costa, a la sierra, al oriente… conocer a fondo los Andes y sus misterios. 

Cada pintura captura un instante, una visión, el momento de la creación, y también una disyuntiva. En la época en la que Luis A. Martínez desarrolla sus obras existían tres formas de describir de manera real y fiel lo que conmueve al artista. Escribirlo, pintarlo, o fotografiarlo. En esta exposición se juntan todas: las pinturas y escritos de Luis Alfredo, las fotografías y estudios científicos de Augusto y Nicolás, así los hermanos Martínez Holguín realizan el primer registro visual de los Andes ecuatorianos. 

El Tungurahua y el valle de Patate, Augusto y Nicolás Martínez Holguín. s/f.

Arte y ciencia se conjugan junto a los objetos personales de Luis Alfredo, su baúl de equipaje, los retratos de su esposa, hermanos, hijos, suegra… los diplomas recibidos por su trabajo en pintura.

Este autor murió a los cuarenta años, él se sentía como de sesenta por todo lo vivido, lo sufrido, pero también por los caminos recorridos. Fue trabajador del campo, político, diputado, novelista, poeta, pintor, visionario, ministro, agricultor; hijo, hermano, padre, esposo, amigo. Lo que pintó y lo que escribió fue su vida, no se puede ser más transparente y fiel a la realidad, ni más humano que lo que lo fue Luis A. Martínez.

«[…] en las brochadas que llenan la tela hay un poco del alma del artista, un soplo divino, conservado y fijado por el lápiz y los colores».

La pintura de paisaje en el Ecuador, 1898
Luis A. Martínez
Sala La vida de Luis A. Martínez. Muestra retratos familiares, objetos personales, manuscritos y documentos del autor.
Texto y fotografías: Ximena Flores Venegas
Quito, 3 de agosto del 2022.

Un comentario en «La inmensidad de los páramos o la Soledad eterna»

  • Luis A. Martínez derrama una sensibilidad que trasciende en el tiempo. Una fortuna para quienes podemos apreciar su obra

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