La Revolución que pudo ser novela político-fílmica de Eloy Morán Murillo *
° prólogo de Sergio Román Armendáriz (Ecuador, 1934) romantic@racsa.co.cr
(* Líder de izquierda, abogado y sociólogo ecuatoriano:
Babahoyo, 1943 – Guayaquil, 1994)
a: Ciro, hijo. / a: Dalton, primo.
En medio de ensoñaciones socialistas y broncas juveniles sazonadas con una que otra cervecita, en algún instante del año cincuenta y nueve de la vigésima centuria conocí a Eloy Morán Murillo (EMM) cuando integrábamos la ‘gallada’ de nuestro barrio ubicado en esa guayaquileña esquina (roja por su ideología y noroeste por su brújula) en donde la calle Boyacá se cruza con la avenida Diez de Agosto (apelativos que recuerdan una batalla de Bolívar y el Primer Grito de Independencia), época en la que además frecuentábamos, él, la Federación de Estudiantes Secundarios, y yo, la FEUE en ese local situado allá en el fondo de la parte central de la planta baja de nuestra entrañable Casona Universitaria de Santiago de Guayaquil durante, quizá, el apasionado discurrir de una asamblea convocada para celebrar, un Veintiséis de Julio, un aniversario más del asalto al Cuartel Moncada de Santiago de Cuba (1956) que comandó el héroe epónimo de América Latina, Fidel Castro Ruz. Pero, dejamos de vernos a raíz de los llamados ‘Sucesos del Toachi’ convocados por nuestra Unión Revolucionaria de la Juventud Ecuatoriana (URJE, durante el lapso marzo-abril de 1962 transcurrido en la selva que cruza el río Toachi, ubicable en el entonces cantón ‘Santo Domingo de los Colorados’, hoy, provincia ‘Santo Domingo de los Tsáchilas’), participación
cuya secuela me obligó a abandonar nuestra patria-matria aunque ideológicamente siempre marchamos juntos y así supe de EMM y su lid permanente, sus ásperos carcelazos antes y después de su destierro a Santiago de Chile, capital del heroico y mártir presidente Allende (1973), periplo que a su retorno al país culminó (Eloy, ‘el elegido’, que esto significa su nombre) rescatando la denominación de una indomable tribu del Oriente amazónico, los ‘Aushirys’, nuevo aporte de su voluntad beligerante a nuestra ‘Lucha heroica por una Patria Nueva’.
Décadas más tarde en el centro de un breve retorno al Ecuador a propósito de mi inclusión en ‘La rosa de papel’ (colección de poesía, #24, Casa de la Cultura del Guayas, 1990), de súbito nos reconocimos en un café porteño cerca del Correo y, allí, visitamos metafóricamente por horas y por última vez algún texto de Agnes Heller (filósofa húngara neo-marxista) referente a la utopía en cuanto ‘lo que debe ser… hecho’ (epígrafe que inspira las páginas que estoy comentando) versus ‘lo que debe ser hecho… ¡ya!’ (asterisco que aún corresponde a mi enfoque). Sólo el adverbio ‘¡ya!’ nos separaba aunque el afecto siempre nos mantuvo respetuosos de la diferencia incluso en la apreciación de la táctica-estrategia de URJE y en la valoración autocrítica y en la crítica a distintas decisiones y acciones de colegas de la jefatura nacional o provincial de nuestro Movimiento, sobre todo en lo aplicable a los llamados ‘Sucesos del Toachi’. Además recordamos al Ché y su lucha en pro de la tesis de la ‘Insurrección Permanente’ que Trotski esgrimió con claridad genial quizá previendo el letargo stalinista de una ulterior ‘coexistencia pacífica’ (1945-1991), la cual sólo sirvió para que el imperialismo decapitara a la Unión Soviética.
Luego, su temprana muerte (1994) sembró el Silencio entre nosotros. Hoy, agregando dos lustros y algo más, me sorprende La Revolución que pudo ser, texto inédito de su firma combativa que manos fraternales acaban de remitir a mi buzón electrónico para que yo ensaye este prefacio.
En el modesto cumplimiento del mencionado encargo, a continuación comparezco y expreso que:
1°.- Para cumplir las condiciones del simbólico contrato que todo autor establece con su público, eludiré el convencionalismo de reciclar ese conjunto de anécdotas y hechos que fluyeron entre 1959-1963, contexto que poco a poco irá enriqueciendo la experiencia de aquella persona que navegue en este libro cuya principal virtud reside, además de la información directa que proporciona, en su atractiva redacción semejante a un guion cinematográfico que, por su encanto, nunca abandonará la atención de quien lo lea (y, ojalá, que alguien se atreva a alquimizarlo en una cinta documental y de aventura).
Asimismo, ajustándome a los naturales límites de un prólogo y protegiéndome en la nomenclatura vigente, intentaré descubrir algo de su ‘Poética’ entendiendo, por tal, esa plena autonomía referente, en este caso, a un trío de mecanismos analíticos, a saber: tema y subtexto ideológico, estructura binaria, y correspondencia dialéctica entre tales consideraciones. Además, amparándome en la sinécdoque (recurso retórico que permite mostrar la ‘parte por el todo’), elegiré a Beatriz Strauss (‘batalla que a la felicidad conducen’ su apellido y su nombre) para que represente la constelación de los demás personajes que, desde lo ficcional, aportan espesor a la memoria de nuestro pueblo revelando, de paso, a un escritor perspicaz pastor de técnicas relatísticas convencionales y posmodernas.
2°.- Que lo ‘binario’ exhibe un oxímoron cuyos dos elementos polares, sin embargo, son cómplices: noche-día, por ejemplo. Bajo esta lupa, la voz ‘historia’ desenvuelve su dualidad semántica desglosable en: I.- Cadena paradigmática (sucesos reales que conforman un lapso específico). II.- Diégesis sintagmática (pinceladas imaginarias que conforman una línea argumental). Ambas (la cadena paradigmática y la línea argumental), al entretejerse, crean la indispensable ‘trama’ dispuesta a encender la curiosidad y alimentar el interés de sus folios y exhibir esa audaz inserción recíproca de espejos seminales de un relato dentro de otro.
[Con estos antecedentes y entre paréntesis y con letra cursiva anclaré a Beatriz espléndida desde el primer párrafo hasta su desvanecimiento dejando que las hojas resbalen una a una entre sus dedos delicados, a cuya convocatoria, obedientes irán surgiendo los acontecimientos y los silogismos que conforman una época y una épica ecuatoriales que registra esta novela político-fílmica, propia y vivencial de nuestro inolvidable cómplice en afanes y anhelos de transformación plural].
Esta imagen [Beatriz inmovilizada por la correntada de reflexiones y sucesos que escapan de su faena de revisión], a manera de pivote, permite desplazarnos hacia una retrospectiva y, a la vez, hacia una prospectiva logrando emerger con esa semi-invisible frontera que une y engarza las antípodas del binomio ‘lealtad-deslealtad’. Este es el sentido que en secreto esconden las citas, una de Borges (‘Tema del traidor y del héroe’) y otra de Chesterton (‘El hombre que fue jueves’).
O, actualizando la ecuación: ¿Es ‘desleal o leal’, un liderazgo guerrillero de medio siglo que luego de un proceso de tres años de conversaciones diplomáticas, en síntesis, sustituye balas por votos e insurrección por elección (sobre todo si se toma en cuenta que los líderes firmantes, ya están en edad de acomodarse a ese descanso que les depare las mieles del poder burgués… en lugar de combatir hasta cumplir el testamento del Ché: ‘Libertad, o ¡Muerte!’ y ‘Hasta la victoria, ¡Siempre!’, camaradas).
Pero… las bases jóvenes,… y el pueblo que creyó en la utopía de la nueva humanidad’… ¿qué deben hacer, ahora?
Les aguarda otra pregunta:
– ‘¿Y para ingresar a la Timarquía?’ (festín de plutócratas y pelucones), clave que la obra menciona casi al clausurarse, advertencia tácita que encierra el vocablo postrero:
– ‘Esperemos …’ (mientras a la sombra del renglón séptimo anterior al punto final, Beatriz termina de subrayar… ese fragmento del manuscrito y su imagen empieza a disolverse en nuestra imaginación buscando matricularnos en la utopía inalcanzable o, caso contrario, en aquella distopía al alcance de la mano pero no de la estrella).
CR, enero 2017
Revisar:
° prólogo de Sergio Román Armendáriz (Ecuador, 1934) romantic@racsa.co.cr
(* Líder de izquierda, abogado y sociólogo ecuatoriano: Babahoyo, 1943 – Guayaquil, 1994)
a: Ciro, hijo. / a: Dalton, primo.
En medio de ensoñaciones socialistas y broncas juveniles sazonadas con una que otra cervecita, en algún instante del año cincuenta y nueve de la vigésima…
5.- Y, de Sergio Román, en su página www.sergioroman.com, las bitácoras sobre URJE que constan en las siguientes señales:
http://sergioroman.com/bitacoras_detail.php?Bit_id=312
http://sergioroman.com/bitacoras_detail.php?Bit_id=311
http://sergioroman.com/bitacoras_detail.php?Bit_id=186
sr