Avatar para “Quince hojas de té de hierba luisa”
En el preámbulo de Antología Ecuatoriana,
lleana Espinel Cedeño se formula una pregunta retórica:
“¿Qué por qué van 15 (poetas) y no 51 ó 5 solamente?”
(Y se contesta…)
“Cuestión de cábala y…”
(Caracas, Lírica Hispana núms.261- 264,
enero – abril de 1965, pág.3, de 64).
CR 2012
Revisión, notas anexas y epígrafe: CR 2012-2013
En el proceso de bautizar una obra, la búsqueda del título implica una travesía entre incertidumbres.
Así, empecé a llamar Láminas sueltas bajo el Efecto Alquimia a una intermitencia de colaboraciones alojadas sin planificación por un cuatrienio y algo más, en el hogar virtual de Ximena de los Ángeles. Sin embargo, aunque sugerente, la imagen era abusiva y contraria a la generosidad del espacio anfitrión.
Algo desesperado, en mitad de la lid suprimí un complemento y regresé al sustantivo y adjetivo iniciales reduciendo la frase a Láminas sueltas, giro ajeno a mi intención.
Llegó, entonces, en mi auxilio la retórica en figura de esa catacresis que permite hablar de la hoja de una espada o de un papel.
De este resplandor fueron brotando mis ¿… hojas sueltas…? que pudieron ser la denominación buscada, si no hubiese descubierto membretes demasiado próximos.
Y, de pronto, por abducción, recordé un té de hierba luisa (disfrutado en la infancia), de cuya génesis fui ignorante hasta hoy.
Explico.
Oriunda de la América del Sur, esta hierba aromática y tonificante prefirió la cocina doméstica al salón monárquico originándome tal dialéctica una curiosidad histórica y ortográfica porque… ¿cómo llamarla sin enredarme en sus letras capitulares: Hierba Luisa o hierba Luisa, o Hierbaluisa, o…?
Minimista, tomé partido por una forma de aposición que registré con letras minúsculas. Voté por ‘¡hierba luisa!’
En tal navegación reencontré Leaves of Grass (1855), de Walt Whitman (EE.UU. de A., 1819-1892), obra afectuosa con mi grupo literario (el ‘Club 7 de Poesía’, Guayaquil 1951-1962), relación memorable pues lucía, además, el ilustre y doble aval de la ‘hierba’ y las ‘hojas’.
Siguiendo el algoritmo, emergió una estampa de mi niñez de clase media pobre, durante aquellas ingenuas vacaciones que cumplimos mi familia y yo, hacia 1943, viajantes de un costeño autocarril juguetón anclado y fugitivo entre ese Estero Salado al oeste del puerto y el mar peninsular de Santa Elena en donde la magia de la madre extraía una especie de néctar proletario compañero de la merienda de arroz con menestra de lentejas escoltada por rodajas de plátano maduro.
Amén de solidario, este vegetal medicinal y ornamental y gastronómico esconde ínfulas palaciegas pues se dice que su apelativo proviene de María Luisa de Parma (1751-1819) esposa del rey Carlos IV de España.
Y, -¿por qué ‘Avatar’?
– Porque esta voz evoca mutaciones.
– Y, ¿por qué ‘Quince’?
– Porque…
Notas
(1) ‘Avatar’, palabra castiza y aguda que termina en ‘r’ y por lo tanto no necesita tilde aunque su fuerza de voz resida en la última sílaba. Desagrada oírla en calidad de esdrújula ‘a la inglesa’ diluyendo, además, el nítido timbre de la vocal castellana ‘a’ en una especie de confite diabético que suena ‘ei’ o algo parecido. Ídem, mortifica su exclusiva asociación con seres fantásticos por influencia tal vez del filme homónimo de James Cameron (2009). Es saludable y gozoso, intentar reivindicar el sentido prístino de la prosodia y la semántica criollas de ‘avatar’.
(2) El rótulo titular consolidó sus dígitos después de ser, a lo largo de un bienio, primero, ‘39’, y luego, ‘27’ y, de inmediato, ‘17’ y, ahora, un puñal para ‘15’ víctimas inéditas… si no las publico ¡ya!
(2.1) Asimismo, el espacio deviene en obligación superlativa cuando se traslada el material de un soporte cibernético a su antípoda, el físico. No se trata de una elemental operación pues las colaboraciones enviadas por el correo electrónico en diversas fechas, por limitaciones del remitente nunca estuvieron juntas en el ‘cielo electrónico’, dispuestas a ser contrastadas (lo que sí sucede en la ‘tierra impresa’ donde, cada página frente a la otra, permite limpiarlas a tiempo de redundancias y desenfoques con el fin de purificar las partes y el conjunto).
(3) Leaves of grass de Walt Whitman, construcción paradigmática de la modernidad que dio a luz el apostolado de su autor y que confirmó la higiene de su versión castellana impresa en 1953 en la Casa de la Cultura Ecuatoriana, catedral laica fundada por el Suscitador epónimo, el maestro Benjamín Carrión (Loja, 1897-1979), traducción a cargo de Francisco Alexander (Quito, 1910-1988) quien, por esa hazaña mereció, en algún instante, una mención de Borges.
(4) En este cruce de olas irrumpió el complemento para ‘Avatar… o ¡de cómo estrangular un prólogo sin sentirse culpable!’, pronto sustituido por la actual inscripción que, acaso, sirva mejor a la unidad tonal del volumen.
SR
Imagen: http://www.yomeamomas.com/wp-content/uploads/2012/09/8955420_xl.jpg