José Alfredo Llerena
(Guayaquil, 1912 – Quito, 1977) |
Este momento un cabo de mar concluye en un lejano sur de
mariposas,
donde estoy preguntándome
qué puede hacer un bisonte que se siente dueño de la Osa
Mayor;
qué puede hacer el almirante de una tripulación sin océano,
sino pensar en los girasoles, en los urbanos dinteles, en las
esquinas de la tierra.
de: El almirante que envejeció en la tierra
José Alfredo Llerena (Guayaquil, 1912 – 1977). Su generación es revolucionaria. Él lo es también, primordialmente. Pero junto al canto substantivo de su reclamo clasista, hecho siempre en altura de poeta, surte su sentido irónico, con valor fino y comprimido de epigrama.
Tiene voz de claridades transparentes, voz adelgaza da por el enternecimiento, para decir su lírica interior y hallar letras para lo inefable.
Obras
Agonía y paisaje del caballo (Quito, 1934)
Madre naturaleza (Quito, 1969)
Hebra del tiempo (Quito, 1972).
Segunda vida de una santa (Quito, 1953).
Oleaje en la tierra (Quito, 1955).
Aspectos de la fe artística (Quito, 1938)
La pintura ecuatoriana del siglo XX (Quito, 1942).
Consta en las antologías[editar · editar fuente]
Indice de la poesía ecuatoriana contemporánea (Santiago de Chile, 1937)
Los de Elan y una voz grande (Guayaquil, s.f.)
Antología poética de Quito (Quito, 1977)
Poesía viva del Ecuador (Quito, 1990).
Fundador de las revistas SURCOS, LAMPADARIO Y MOMENTO. Colaborador de ÉLAN, BLOQUE, LA TIERRA Y EL TELÉGRAFO.
La vida del mago
Si hubiera vivido Edison
en tiempo de los griegos,
hubiera puesto un micrófono
en el despacho mismo de Zeus.
Entonces las musas
hubieran sido menos melancólicas:
pues, en las horas de descanso de Homero,
habrían podido dedicarse al vals
o ir a ver en el cinema
una revista de Eddie Cantor,
donde se desmayan las panaderas.
Al vivir Edison en tiempo de Napoleón,
Napoleón no hubiera perdido la guerra;
pues antes de entrar en Rusia
habría visto en el cinema
a Hindenburg en los Lagos Mazurianos.
Al vivir en la Edad Media,
las princesas habrían podido
aprender a la loan Crawford
a hacer gimnasia sueca.
Pero Edison ha vivido
para que las muchachas americanas
puedan pasar por los telescopios
y para que Buda
pueda desmayarse en las pantallas,
y para que las nodrizas de los millonarios
puedan pedir a sus novios
que se disfracen conforme a los relatos de Poe.
Cuando Edison murió,
hasta los banqueros de la Unión
dejaron correr una lágrima
y las bombillas se vistieron de una tristeza
como de vía láctea.
Fuentes
Índice de la Poesía Ecuatoriana Contemporánea, Benjamín Carrión. 1937.