Isidore Ducasse
No acepto el mal. El hombre es perfecto. El alma no muere. El progreso existe. El bien es irreductible. Los anticristos, los ángeles acusadores, las penas eternas, las religiones son el producto de la duda.
(Conde de Lautréamont)
“el movimiento surrealista, que descartando primero a Baudelaire y luego a Rimbaud, prefirió el gusto al escándalo y, para decepcionar las admiraciones burguesas, prefirió a un Lautréamont genial y mitológico del cual hizo un arcángel enfurecido que lanzaba blasfemias en la noche apocalíptica”
Marcel Raymond
(“De Baudelaire au Surrealisme”).
Fue el más importante de los poetas malditos, dueño de una narrativa llena de surrealismo con tintes de crueldad y maldad.
Nace el 4 de abril de 1846 en Montevideo, a los 14 años, Isidore-Lucien parte hacia Francia en donde estudia en el Liceo Imperial de Tarbes, distinguiéndose en cálculo, dibujo y latín.
El jovencito alto, delgado, algo encorvado, pálido, con los cabellos largos cayéndole sobre la frente, que habitualmente estaba triste y silencioso, como retraído en sí mismo, publicó a los veintidós años, en 1868, el primero de Los Cantos de Maldor, que firma solamente con tres asteriscos, y lo reedita en 1869 en una edición que no pasó jamás a la venta: solo diez ejemplares salieron de la imprenta de la mano de su autor. Era la obra de un casi-escritor, de un liceal casi, impresionado por el romanticismo e impregnado del satánico perfume de Las Flores del Mal baudelaireano.
Detrás de Lautréamont estaba Isidore Ducasse, pero detrás de Lautréamont, estará Maldoror, monstruo perverso en el que se concentran todas las míseras maldades de la bestia humana. “Mi poesía sólo consistirá en atacar por todos los medios al hombre, esa bestia salvaje, y al Creador, que no hubiera debido engendrar semejante basura”, dice el poeta-adolescente enmascarado. Demoledor del antropocentrismo occidental, sigue los senderos de la novela negra y de todos desconocedores de límites y fronteras sociales o morales. Su satanismo es una reafirmación del individuo frente al establishment religioso, político, social y ético. Los Cantos… no son sino la tangente por la que el adolescente, logra escaparse de la violenta locura que le mordió los talones, durante sus veinticuatro años de malvivir.
Después de esta poesía perversa, tal vez arrepentido de la promiscua convivencia con lo prohibido, trató de redimirse con un inocuo libro de poemas, que desde su anomia pasó al olvido: POESÍAS. Sesenta páginas al servicio del bien público, anuncio de una “vida nueva”, con coraje, certezas, esperanza, el bien, el deber, la fe… firmadas ahora por Isidore Ducasse, tal vez seudónimo de un ex–Lautréamont que se lava las manos para desaparecer.
«Sans autres renseignements»
“Los cantos de Maldor”
Los temas en la obra son el asesinato, el sadomasoquismo, la violencia, la blasfemia, la obscenidad, la putrefacción y la deshumanización. Los surrealistas lo rescataron del olvido e hicieron de él uno de los precursores de su movimiento.
El personaje central es Maldoror encarna la rebelión adolescente y la victoria de lo imaginario sobre lo real.
Lo grotesco, el espanto y lo ridículo en Los cantos recuerdan a la obra de otro gran antecedente del surrealismo, El Bosco. No por casualidad fue Lautréamont motivo de inspiración para escritores como Alfred Jarry, Louis Aragon, André Breton o Benjamin Péret, y artistas plásticos como René Magritte, Salvador Dalí, Amedeo Modigliani, y Man Ray.
Su famosa comparación «bello como el encuentro fortuito, sobre una mesa de disección, de una máquina de coser y un paraguas» configura uno de los rasgos más distintivos del irracionalismo surrealista: la conjunción de realidades inconexas, dislocadas o incluso contradictorias.
http://es.wikipedia.org/wiki/Conde_de_Lautréamont